Abuso del móvil: cómo prevenir
Desde hace años el mal uso que nuestros hijos hacen del smartphone está provocando muchos problemas de convivencia familiar, de disfunciones psicológicas y de problemas sociales de toda índole (aíslamiento, acoso, pérdida de relaciones...). La indiscutible utilidad de las tecnologías inteligentes no son puestas en duda por nadie aunque existe un límite que no conviene atravesar si no queremos que aparezcan problemas. Recordad que lo que nuestros hijos utilizan "no es un teléfono móvil" (las llamadas es lo que menos utilizan) sino un aparato inteligente con posibilidades casi ilimitadas.
Aquí tenéis algunos consejos para evitar problemas.
Recomendaciones para padres:
1. Observa el uso que tus hijos hacen del móvil y haz el proceso de aprendizaje de uso conjunta y simultáneamente. El teléfono móvil no debe separarnos por ser un instrumento con una tecnología o lenguaje por nosotros desconocidos. Tenenmos que estar a la altura.
2. Acuerda unas normas de uso en cuanto a tiempos, lugares, contenidos y maneras de uso.
3. Pon un límite de gasto mensual y de tiempo de uso del móvil y haz responsable a tu hijo o hija del gasto que genera su móvil. No deberíamos permitirle superar los límites establecidos y, si ocurriera, habría que hacerles corresponsables de los gastos de más que se hayan generado.
4. Enséñale a utilizar el smartphone sólo cuando sea necesario y no haya otra forma de comunicarse.
5. Pídele que sus conversaciones de whatsapp, o por cualquier otro medio, sean cortas.
6. Los smartphones disponen de numerosas aplicaciones educativas; es importante explorar estas opciones con nuestros hijos para que perciban que un terminal móvil tiene un abanico de posibilidades que pueden servir de apoyo y complemento a su proceso educativo.
7. Razona con el menor unas normas respetuosas hacia terceros sobre contenidos, fotos y vídeos, que quieran compartir con otras personas y, por supuesto, la no distribución de aquellas que sean de otros sin su autorización o que puedan perjudicar irreversiblemente la imagen de cualquiera.
8. Pídele que apague el teléfono cuando no lo necesite o no deba utilizarlo: mientras estudia, está en el colegio, mientras come o duerme cuando está en lugares públicos exigentes de atención o silencio...
9. Instala filtros parentales, programas que evitan un uso indebido del teléfono o impiden el acceso a determinados tipos de contenidos.
10. Educar con el ejemplo es muy importante, los hijos replican las conductas de sus padres. Evitemos las llamadas largas o repetitivas, no abusemos de las redes sociales, tampoco utilicemos nuestro terminal para expresar problemas o estados emocionales (preocupación, enfado, etc) en presencia de los hijos.
Recomendaciones para menores:
1. Utiliza tu móvil sólo cuando sea necesario. Tendrás que pactar con tu familia las situaciones de uso.
2. Utilízalo de forma que no te aísle de las personas que te rodean. Y cuando lo hagas observa las normas básicas de educación y cortesía.
3. Apaga el teléfono móvil en lugares donde no esté permitido su uso.
4. Da prioridad a las personas con las que estás hablando físicamente frente a la persona que te llama al móvil. No ocurre nada por no contestar una llamada en un momento determinado, ya que se puede responder con otra llamada más tarde. Si es estrictamente necesario contestar al instante, pide disculpas a la persona con la que estés.
5. No permitas que los dispositivos móviles te aíslen del mundo real.
6. Controla lo que gastas cada mes y conoce las tarifas de tu teléfono. Recuerda no sobrepasar el límite acordado.
7. Utiliza los medios de comunicación que mejor se adapten a cualquier circunstancia y que sean menos invasivos: el correo electrónico, una reunión de amigos, sistemas de mensajería instantánea...
8. Pide permiso antes de fotografiar o grabar a alguien.
9. Sé consciente de los beneficios de tener y saber usar un dispositivo móvil y de los peligros que también supone.
Decálogo antiadictivo
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Hacer un uso útil y racional del móvil: evitar llamadas repetitivas, de aprobación o carentes de contenido. Modular el tiempo dedicado a cada llamada enviada o recibida, evitar un excesivo consumo en el envío de whatsapp y no bajarse un desproporcionado número de aplicaciones innecesarias. Educarnos y educar en la gestión inteligente del ocio y del tiempo libre suele ser siempre una buena idea.
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Ejercer un control del gasto: contratar aquella tarifa que mejor se adapte a nuestras necesidades. En el caso de nuestros hijos es recomendable contratar tarifas prepago.
3. Hacer uso de los programas de control parental en los dispositivos con conexión a Internet para evitar que los menores se encuentren contenidos inadecuados para su edad.
4. Establecer normas claras para regular el uso del terminal móvil. Hay que conseguir consensuarlas y establecer el compromiso común. Por supuesto son de obligado cumplimiento y con consecuencias previstas en caso incumplirlas.
5. Usar whatsapp u otras herramientas de mensajería instantánea: con esta u otra herramienta podremos enviar mensajes eficientes sin tener que interactuar mediante una llamada. Ahorraremos recursos, evitaremos las conversaciones prolongadas, seremos menos invasivos y mucho más concretos y efectivos en nuestro contenido.
6. Desconectar el terminal o silenciar el terminal cuando sea necesario: no olvidemos las normas esenciales de etiqueta en el buen uso de nuestros dispositivos. Hablar bajo, no poner el móvil encima de la mesa, no estar mirándolo ni revisando mensajes mientras conversamos con otras personas... Expliquémoslas a nuestros hijos y demos ejemplo.
7. No emplear esta tecnología fraudulentamente. No burlarse de otro ser humano y no engañarle. No crear identidades falsas. No participar en conversaciones que hieran a otros. No decir nada que no diríamos en persona y en voz alta. Establecer autocensura.
8. Mantenerse actualizado en los avances en las Nuevas Tecnologías, para que la llamada brecha digital no suponga un obstáculo en nuestros conocimientos ni en la labor de interactuar y proteger a tus hijos.
9. Establecer un diálogo efectivo y continuado entre padres e hijos y no olvidar ser consecuente y dar ejemplo en la interacción con las Nuevas Tecnologías. Nuestros hijos deben encontrar en nosotros comunicación positiva y apoyo ante c ualquier problema.
10. Se más inteligente que tu smartphone: disfruta de lo que tienes a tu alrededor.
Cómo hablar sobre las drogas con un adolescente
Algunos padres no se preocupan por informarse sobre las drogas y sencillamente imponen un no, sin fundamento alguno, que los jóvenes detectan y rechazan. Los padres y madres tenemos que conseguir información adecuada y adaptar nuestras explicaciones a la edad de nuestros hijos. Podemos introducir el tema de una manera que no quede forzada a partir de una noticia que hemos visto en televisión o de una noticia del periódico.
Muchas veces, los padres, para hablar con sus hijos de temas delicados como las drogas, o sobre adicciones sin sustancias, esperamos encontrar un momento ideal y un ambiente propicio. Pero a menudo este momento ideal no llega nunca. Hay que decidirse a dar el paso. No perdamos oportunidades de hacerlo. Se trata de una inversión para el futuro. Hay que hablar siempre que se pueda, aunque las condiciones no sean óptimas.
Las primeras informaciones que nuestros hijos reciben sobre las drogas acostumbran a ser incompletas y confusas. Hay que proporcionarles información seria, contrastada, que no reproduzca los tópicos, sin exageraciones ni moralinas. Dialogar no es sólo hablar, sino observar, mostrar interés, crear un espacio de comunicación que permita expresar ideas, dudas y preocupaciones. Hay que aprender a escuchar, provocar la conversación, establecer una relación de confianza y complicidad.
Qué es lo que no debemos hacer y qué podemos promover
Veamos algunos principios que deberían existir es toda educación pedagógica:
Favorecer el conocimiento y el pensamiento crítico
Invitemos a nuestros hijos a reflexionar, con argumentos sólidos y creíbles. De nada servirá el miedo, decir no porque no.
Estar dispuestos a discutir, negociar y pactar
Sin perder de vista que sin respeto por las normas no puede existir responsabilidad ni libertad. Es fácil perderse en este punto entre la permisividad y la severidad. Nos cuesta decirles no a las cosas que nos piden nuestros hijos y además ellos son especialistas en conseguir lo que quieren. Últimamente hay cada vez más casos de violencia de padres sobre los hijos y de hijos sobre padres.
Fomentar las actitudes reflexivas y prudentes
Desde una lógica adolescente, las sensaciones y los placeres buscados son inmediatos mientras que los daños se perciben siempre lejanos e improbables. Los adolescentes no tienen la percepción del riesgo ni la madurez suficiente como para ver el peligro.
Respetar a los amigos de nuestros hijos
Pero al mismo tiempo combatir las actitudes que les impiden ser ellos mismos. Hay que aprender a evitar las malas influencias y compañías, desde antes del el noviazgo, ya que esto puede tener graves consecuencias en el seno más íntimo. ¿Qué harías si pensaras que el novio o novia de vuestra hija o hijo podría ser una mala influencia para él o ella? Hay que ser objetivos, una cosa es que no nos guste y otra que sea tóxica esa relación.
Debemos esforzarnos por entender qué es lo que les pasa a nuestros hijos y ponernos en su lugar, descubrir qué es lo que piensan y qué sienten, establecer unas normas que les ayuden a conseguir un orden interno, pero, al mismo tiempo, saber ser flexibles y sacar partido de la negociación como herramienta de aprendizaje y de construcción de valores. Establezcamos con nuestros hijos un vínculo afectivo, demostrándoles que les queremos, que nos importan, que pueden contar con nosotros.
En la adolescencia la relación se transforma: perdemos la seguridad, nos parece que nuestros métodos educativos ya no sirven. Conviene seguir con nuestro propio proceso de aprendizaje y adaptar nuestras ideas a la nueva situación.
En el inicio de la adolescencia, las drogas o comportamientos adictivos pueden aparecer de manera habitual en las conversaciones de chicos y chicas, a pesar de que el consumo sea todavía minoritario. A menudo se trata de una manera de demostrar que se ha dejado atrás la infancia. Hay que hablar de drogas en casa, de manera franca, evitando crear situaciones dramáticas innecesarias y huyendo del tono catastrofista que acostumbra a reforzar las convicciones de chicos y chicas (“mis padres exageran, no es para tanto”).
Al mismo tiempo, sin embargo, es importante intentar no frivolizar el tema. Lo más importante es encontrar un tono sencillo, razonable y directo, que sea útil y efectivo para alertar de los riesgos de las drogas. La mejor manera es tener un conocimiento real de las drogas, estar convencido de sus consecuencias negativas y demostrarlo con el ejemplo personal.
Evitemos: Interrogarles insistentemente sobre si piensan consumir drogas o si las han tomado ya. Es mucho mejor pedirles su opinión (qué piensan del consumo de drogas por parte de algunos jóvenes, qué peligros ven en ello). Evitemos discutir y pelearnos, de modo que la defensa de las drogas se convierta en una afirmación de su identidad. Desautorizarles o culpabilizarles de forma permanente con un juicio que fácilmente puede girársenos en contra.
La labor de los padres pasa por la comunicación, la confianza y la disposición para acompañarles a conseguir la autonomía y la responsabilidad. No olvidemos que no siempre los padres podemos evitar que los adolescentes prueben las drogas, por mera curiosidad, ganas de experimentar o por la influencia del grupo. Nuestro apoyo les puede proporcionar recursos para resistir mejor la presión del entorno, para tomar decisiones responsables.
Procuremos: Evitar las actitudes autoritarias y condenatorias. Hemos de aprender a observar los pequeños detalles, escuchar, preguntar de otra manera, dejando caer información, ideas y opiniones. Ser exigentes con nuestros hijos. Confiar en ellos pero, al mismo tiempo, pedirles que sean responsables, valorar sus aciertos y sus errores, sin presionarles ni criticarles de forma tajante.
Transmitir valores, normas y límites. Hemos de ofrecerles lo que necesitan (que no siempre sea lo mismo que piden). Salidas, horarios, tareas pendientes, implican compromiso y responsabilidad, a veces pueden pactarse y en algunos casos deben ser innegociables. Reconocer su capacidad para tomar decisiones. El objetivo de la enseñanza es que chicos y chicas sean autónomos y responsables.
Es imposible estar siempre encima de ellos y sobreprotegerlos pensando que no son capaces de entender y actuar en situaciones complejas y tampoco inhibirnos de su vida por completo. Y todo sin dejar de respetar su intimidad: tienen derecho a ello, y además necesidad.
La comunicación ha de estar siempre abierta, pero hemos de entender que difícilmente nuestro hijo nos explicará todo lo que le pasa. Tampoco nosotros lo hacemos. Seamos coherentes. Nuestras palabras pierden mucho valor para nuestros hijos si no van acompañadas de una conducta coherente. A menudo esto es más importante que los consejos y recomendaciones. Si a pesar de todo, sospechamos que nuestro hijo ha consumido o consume drogas, lo primero que debemos hacer es hablar con él, en el momento adecuado, para conocer las razones que le han llevado hasta allí, y de qué tipo de consumo se trata, si ha sido sólo un hecho puntual y cómo valora los riesgos que comporta su actuación.
Comprobar, al menos, que conoce las precauciones que debería tomar siempre y aquello que debería evitar a cualquier precio si experimenta de nuevo situaciones de riesgo. Una mala experiencia puede ser positiva si saben sacarse conclusiones de la misma. Tenemos que hablar del tema tranquilamente y sin dejarnos llevar por la urgencia, la rabia o la angustia.
Es mejor dejar pasar el primer momento de mayor alteración y crear un clima de verdadero diálogo, sin “víctimas” ni “culpables”. Ofrecerse, de manera colaboradora y reflexiva, con preocupación, pero sin violencia. Haciendo el detective o persiguiendo a nuestro hijo sólo vamos a conseguir que se distancie de nosotros. Hay que valorar cuál es la conducta general de nuestro hijo, qué cosas le interesan y cómo se relaciona con sus amigos. Busquemos caminos prácticos para acceder al mundo en el que viven. Sin olvidar que todo esto es aplicable al mundo de adicciones sin sustancia.
10 preguntas para empezar la conversación con tus hijos
Estas preguntas pueden servirte de guía para iniciar una conversación sobre el tema de las drogas con tu hijo/a:
- ¿Cuando sales, te ofrecen drogas? ¿Quién te las ofrece?
- (A raíz de una noticia o de un programa de TV) Con tus amigos del instituto, ¿habláis de drogas? ¿Os han dado alguna charla últimamente?
- Por televisión han dicho que cada vez hay más chicos y chicas que fuman al salir de clase. ¿En tu escuela también? ¿Qué te parece?
- ¿Tienes amigos que ya fuman? Empiezas a probar porque queda bien ¿y después qué?
- Otra vez noticias de accidentes de coche a causa del alcohol. A mí me preocupa cuando sales de noche… ¿Lo tenéis en cuenta?
- Realmente la ley del tabaco está bien. Al menos las personas que no fuman no tienen que tragarse el humo de los demás. ¿Tú qué opinas?
- Muchas veces las noticias que tratan de los jóvenes se relacionan con las drogas, el botellón… ¡Pero la juventud son muchas más cosas! ¿Tú qué dices?
- El otro día salimos por la noche con tu padre y vimos a mucha gente” pasada de vueltas”. ¿Cuándo vosotros salís también hay ese ambiente?
- ¿Crees que hay personas a las que no les afectan las drogas? Cuando todos tus amigos están de acuerdo en hacer algo y a ti no te apetece, ¿qué haces?
Educar es ayudar a comprender los cambios, descubrir emociones y sentimientos sin dejar que nos desborden. Las explicaciones de las normas, la negociación y el pacto nos ayudarán a establecer un clima de confianza. Ánimo en el arte de educar.
DELEGACIÓN DE SERVICIOS SOCIALES Y SALUD. AYTO. DE LUCENA